La Para- dirigencia Colombiana
Pobre Colombia
Por Francisco Luis Valderrama A.
Con valiosas excepciones que confirman la regla, la dirigencia colombiana ha conformado una estructura de poder cerrada y excluyente que se ha dado el lujo de independizar su suerte de la suerte del país, porque siempre va bien aun cuando Colombia vaya mal. Mas grave aun: mientras peor vayan las cosas para el grueso de los colombianos, mejor van para ella. Hasta este punto, independientemente de la gravedad que encierra esta situación, no es mucha la diferencia con lo que sucede en otros países y sociedades, donde la voracidad del mercado determina la suerte de sus ciudadanos.
Pero en Colombia tenemos una dolorosa especificidad. Al interior de esa casta dirigente, ya de por si insensible y egoísta, hay una cúpula con unas características azarosas. Una poderosa plutocracia agazapada y feroz, que opone la fuerza de las armas, disparadas siempre por otros, a cualquier intento por construir un país más equilibrado o a cualquier esbozo de avance social. Para mantener sus privilegios, para defenderse de la paz, entendida como la convivencia digna de ideas diferentes, ese para-poder beneficiario de la guerra, sembrador insigne de bajas pasiones, usufructuario de la desigualdad, no duda en utilizar el miedo como herramienta política (en eso consiste el terrorismo) y la ignorancia colectiva como soporte de opinión. Entonces para hacer el trabajo sucio, para exacerbar el miedo colectivo, se valen de testaferros a los cuales procuran piso legal y político que legitime sus desafueros. Idiotas útiles desechables a los que harán a un lado cuando se vuelvan incómodos, para empezar de nuevo, con nuevos nombres y nuevas manos dispuestas a apretar el gatillo, la misma noria infernal de sangre y fuego.
Viene a cuento lo ocurrido con pájaros y bandoleros de las décadas del cincuenta y sesenta, como también con las múltiples y sucesivas generaciones de gatilleros y sus brazos armados legales e ilegales de todas las denominaciones. Simples elementos de utilería al servicio de mentes fanáticas que consideran a Colombia una hacienda con peones que obedecen y dueños que deciden y mandan. Hordas ignorantes que cumplen ordenes criminales para después pagar con su propia vida o terminar expiando penas ajenas. Para unos, muchos y de abajo, las culpas y castigos, para otros, pocos y de arriba, los beneficios de sus acciones. Los encarcelados, los extraditados, los asesinados serán otros. A cambio de migajas y de arriesgar su vida, su familia, su libertad, los matones disfrutan las sobras, pero son otros, desvergonzados y cínicos, los que se lucran de la inmovilidad social, del despojo, del aniquilamiento de las ideas diferentes. La macabra estructura de poder que se esconde detrás de la escena sigue intacta. Sus actores medran en la sombra, viendo caer peones y algunos alfiles. La para-economía, la para- industria, la para-sociedad en general, ni ha sido ni será tocada si los colombianos no abrimos los ojos y no entendemos que guerrilla, narcos y bandas criminales, con su carga de autismo social y brutalidad, son sólo una consecuencia y no una causa. Porque son otros los verdaderos artífices de esta debacle nacional, orquestada por pocos, pero padecida por todos.
Y sus causantes alguna vez se van a entender que fueron y son a su vez marionetas de otros intereses imperiales que los usan a su antojo y conveniencia para perpetuar la dominación y el expolio, para desestabilizar el entorno y para hacer el trabajo sucio en otra escala, en otros escenarios. Bañados de indignidad, tarde o temprano recibirán de su propia medicina, cuando ya no sean útiles, cuando las conveniencias geopolíticas aconsejen otros rumbos. Triste destino a cambio de la sangre y el sacrificio de los colombianos.
Francisco Luis Valderrama A.