Consuelo Ahumada

Colombia frente a la ONU: entre la transgresión y el ridículo

Por: Consuelo Ahumada

Si hubiera que describir en pocas palabras la proyección internacional de la política de Iván Duque en año y medio de su mandato, habría que destacar dos rasgos. El primero, su disputa permanente, cuando no franco enfrentamiento, con las Naciones Unidas y sus agencias en Colombia, en especial en cuanto a los derechos humanos y la implementación del Acuerdo Final con las antiguas FARC. El segundo, el esmero con el que el Presidente acoge las imposiciones de Trump y le reitera una y otra vez, mediante acciones y palabras, su disposición a convertirse en su aliado principal en una región tan convulsionada como América Latina.

Ambas apreciaciones guardan estrecha conexión con los valores que imperan en el orden global en los tiempos que corren y que atentan contra la consolidación de la paz, aquí o en cualquier rincón del mundo. Se expresan en mayor exclusión económica y social, xenofobia y racismo, prevalencia de las armas de la muerte sobre el diálogo y la negociación, negación del cambio climático, entre otras tendencias nefastas.

Los delirios del magnate: el juego de la guerra y de la infamia

Por: Consuelo Ahumada

Solidaridad y cooperación internacional. Un par de principios generales que cobran pleno sentido en estas épocas de desastre y desconcierto. Los pocos líderes que en el mundo existen, como el Papa Francisco, llaman a un esfuerzo mancomunado para superar la crisis.

En medio de la pandemia más grave del último siglo, se impone concentrar todos los esfuerzos en fortalecer la salud pública, en cuanto a recursos humanos y tecnológicos para salvar vidas; garantizar las condiciones materiales de subsistencia a millones de personas que viven en la informalidad, en un mundo cada vez más empobrecido. Es decir, tratar de revertir los efectos más perversos de las políticas excluyentes de las últimas décadas. Superar la esfera de lo privado y darle al Estado el liderazgo que le fue arrebatado. Sentar las bases de una economía de guerra y guiarse por el sentido común. Incentivar el trabajo conjunto de los científicos del mundo para obtener la vacuna y los medicamentos que hoy no existen.

Política errática del gobierno de Duque al avance del COVID-19

Por: Consuelo Ahumada Beltrán

Si la política errática del gobierno de Duque frente al avance del COVID-19 en el país ya era bastante preocupante, sus últimos pronunciamientos al respecto son todavía más graves. Algunos puntos importantes:

1) Hoy el Gobierno informa que "vamos mejor de lo esperado" y que estamos mejor que muchos países latinoamericanos. Se insiste en la necesidad de aplanar la curva, pero la verdad es que, al día de hoy, un mes despuès de la aparición del primer caso, Colombia es uno de los países en donde menos tests se aplican. Se habla de seguir el ejemplo de Corea y Singapur, pero no se dice que en estos países el acierto fue precisamente aplicar tests de manera masiva para detectar los casos, aislarlos y reducir la propagación del virus.
Si no se hacen sino muy pocas pruebas y estas se procesan muy lentamente, es lógico que tampoco se detecte de manera confiable el incremento del número de casos ni se conozca con certeza la magnitud del problema. En el colmo del absurdo, Duque rechazó las dos máquinas para procesar datos procedentes de China, que el gobierno de Venezuela le ofreció.

El 8 de marzo y las prioridades de la lucha de las mujeres en Colombia

Por: Consuelo Ahumada

Profesora Universidad Externado de Colombia, miembro de número de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas. Integrante del Comité Ejecutivo del Partido de Trabajo de Colombia.

La lucha histórica de las mujeres por sus derechos y reivindicaciones más sentidas, en el marco de una sociedad profundamente patriarcal y machista, ha tenido en Colombia avances incuestionables, en especial en lo que respecta a la legislación. Sin embargo, es conveniente analizar las enormes dificultades, resultantes de la situación actual, que el movimiento de mujeres debe afrontar.

Empecemos por destacar que a escasos meses de terminar la segunda década del siglo XXI, en el mundo predomina la extrema derecha con su agenda política, económica, social y cultural regresiva. Han tomado cada vez más fuerza las políticas excluyentes de todo tipo, en favor de los grandes negocios de las finanzas y el sector privado y de la concentración del ingreso y de la propiedad. Más que en ningún otro momento de las últimas décadas, estas políticas buscan minimizar el papel redistributivo del Estado, perseguir y atropellar a la creciente población de inmigrantes, incentivar la guerra, romper la legalidad internacional y desconocer realidades tan imperiosas como el cambio climático y el riesgo que representa para la supervivencia misma de la humanidad. Aunque las condiciones son difíciles para las luchas sociales y para las causas que desafían el orden vigente, la resistencia global a estas políticas también crece, en medio de una fuerte polarización social.

Un componente central de ese modelo basado en el fundamentalismo del mercado es el pensamiento oscurantista que resurge y se impone para tratar de legitimar las políticas predominantes y se expresa en el menosprecio y agresión a los sectores que históricamente han sido oprimidos y rezagados. No solo se busca resolver las crisis económicas golpeando a quienes viven del trabajo o tratan de hacerlo, sino también reprimir a quienes luchan por las causas más diversas y se oponen a todo tipo de discriminaciones de género, étnica, racial o religiosa.

¡Fuera la mano imperial de Trump de América Latina!

Por: Consuelo Ahumada Beltrán
Asuntos internacionales del PTC.

 

"Nicolás Maduro es el presidente legítimo y constitucional de la República Bolivariana de Venezuela. Fue vencedor en unas elecciones realizadas en mayo pasado, en las que los principales líderes de la oposición se negaron a participar.

Obtuvo su triunfo con un sistema electoral que también le dio el triunfo a la oposición en la Asamblea Nacional hace tres años. En el país vecino, el voto es 100% electrónico y las elecciones están sujetas a varias auditorías durante todo el proceso. Lo puedo afirmar porque yo estuve como testigo en una de las últimas elecciones. En Venezuela no votan los muertos ni los resultados se cambian después de la votación en los escrutinios, ni tampoco aparecen las papeletas del candidato contradictor en la basura, tal como sucede en Colombia.

Es cierto que en medio de una situación extremadamente difícil, Nicolás Maduro ha cometido muchos errores, algunos de ellos graves. Pero la principal responsabilidad de la crisis que vive el país recae sobre el gobierno de Estados Unidos y los grandes dueños del poder económico en el mundo, que han intensificado el bloqueo y el saboteo económico, financiero y comercial sobre el país. No le perdonan a Venezuela haber desafiado las políticas neoliberales durante dos décadas. Tampoco le perdonan que sea tan rico en petróleo y otros recursos y que haya querido mandarse solo. El papel de Colombia y de otros países incondicionales con Estados Unidos ha sido también nefasto en cuanto a sus posibilidades de recuperarse de la crisis.

La autoproclamación de Juan Guaidó como Presidente de la República, en una operación tramada y maquinada por el gobierno de Trump y por personajes siniestros como el senador Marco Rubio y el señor Almagro de la OEA, es una vergüenza internacional. En medio de su crisis, su incapacidad probada y su postura antipatriótica, la oposición viene de fracaso en fracaso. Pero de pronto apareció Juan Guaidó, un joven ingeniero que estudió en Estados Unidos y que era absolutamente desconocido hace unas semanas. Es el heredero político de Leopoldo López, una de las figuras más extremas y corruptas de la oposición. El reconocimiento inmediato que hizo Colombia del usurpador es una nueva vergüenza nacional e internacional para el gobierno de Duque/Uribe.

LA DECLARACIÓN DE LIMA ES VERGONZOSA E INDIGNA

Por Consuelo Ahumada Beltrán

 

La reunión de hoy del llamado Grupo de Lima, conformado el año pasado con el único objetivo de derrocar al gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, produjo una declaración vergonzosa e indigna. Con la participación vía teleconferencia del señor Mike Pompeo, Secretario de Estado de Estados Unidos, se acordó desconocer el gobierno de Nicolás Maduro e incentivar las sanciones y las presiones de todo tipo para que este sea derrocado.

Hay que destacar la postura digna del nuevo gobierno de México, que, por medio de su representante se negó a firmar la declaración y expresó: "México continuará promoviendo la cooperación internacional, el respeto a la autodeterminación de los pueblos y la solución pacífica de controversias y el respeto". 

Mike Pompeo, que ahora pretende defender la democracia en Venezuela, es un empresario de las armas y del sector petrolero. Fue director de la CIA y pertenece al Tea Party, la extrema derecha conservadora y neoliberal de Estados Unidos. Es el vocero en política exterior del gobierno de Trump, que en dos años ha puesto la agenda del fascismo, el racismo, la xenofobia, la violencia y el tráfico de armas a la orden del día, sin el menor respeto por la legalidad internacional ni por los derechos humanos fundamentales.

En Venezuela. ¡QUE DECIDA SU PROPIO PUEBLO SIN INTERVENCIÓN GRINGA!

Por: Consuelo Ahumada.

Profesora universitaria, directora del Centro de Estudios Nueva Gaceta, integrante del Comité Ejecutivo del PTC




En el curso de los últimos tiempos, la situación de la República Bolivariana de Venezuela se ha convertido en tema clave de controversia en las elecciones presidenciales, no solo en América Latina, sino también en países como Grecia, España y Francia. Frente a esta discusión, toman partido los más diversos sectores del espectro político, social y académico y, con mucha frecuencia, se pretende descalificar ante los electores a quien no exprese su rechazo al régimen del país caribeño.



No obstante, en este caso como en tantos otros de la historia reciente, predominan el inmediatismo, los comentarios superficiales y la información tergiversada y con mala intención. En medio de una fuerte polarización política y social y de una crisis económica grave, en Venezuela están en juego principios fundamentales del mundo democrático como la soberanía y la autodeterminación nacionales. Quienes dominan el orden mundial, Estados Unidos, las organizaciones internacionales a su servicio y el sistema financiero, no han escatimado el menor esfuerzo para desestabilizar a un gobierno elegido democráticamente y por tratar de justificar y legitimar una intervención abierta que dé al traste con las importantes conquistas alcanzadas en más de tres lustros por la Revolución Bolivariana.



En este propósito, los medios de comunicación del mundo entero, pero en especial los de nuestro continente, han mostrado toda su pericia y poder de maquinación. Como en ningún otro caso, han hecho todo lo posible por destruir por completo la credibilidad del régimen: verdades a medias, informes tergiversados, magnificación de las protestas y ocultamiento de las movilizaciones populares de respaldo, manipulación de cifras. Entre tanto, los líderes de la oposición son presentados como héroes y heroínas, cuando han puesto todo su empeño en que retorne al poder la élite excluyente y parasitaria como ninguna otra del continente, subalterna del Imperio, que llevó al país a la crisis social y política de hace dos décadas (1).

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